¿POR QUÉ NO TENGO CAMA?
Por Alfredo Millan @millanfoto
La búsqueda de uno mismo es inherente. La exploración de la propia identidad es el núcleo de la experiencia humana. Esta indagación interior queda plasmada en el periplo introspectivo de Alma, quien tras el ocaso de una relación que creía definiría su existencia, se enfrenta a la necesidad de un profundo autoexamen sobre el sentido de su propia vida.
El viaje introspectivo
Su recorrido por las camas de sus distintas etapas vitales es una disección lúcida de cómo se han sedimentado sus múltiples «yoes» a lo largo del tiempo. Cada cama funciona como un vestigio emblemático, evocando la inocencia infantil, la rebeldía adolescente y los ideales juveniles. Mas este ejercicio de arqueología personal va más allá de la nostalgia, representando cómo Alma se ha «acostado» en identidades limitantes basadas en validación externa, para enfrentar la insoportable levedad de la adultez. La crisis amorosa es el catalizador necesario para deconstruir esa dependencia emocional y cuestionar el haber renunciado a su capacidad de decisión por el mito romántico.
Subyace el temor a asumir su individualidad, estando hiperconectada pero profundamente sola. Su travesía es un acto de gallardía para desafiar mandatos sociales y reconciliar sus yoes fragmentados, integrando pasado y presente.
La reconstrucción personal
Al abrazar su singularidad con sus claroscuros, Alma comprende que la plenitud no deriva de dogmas sino de la relación consigo misma. Este proceso de construir su identidad tras deconstruir las impuestas, convoca a todos a trascender moldes hegemónicos y asumir la autoría de nuestra existencia irrepetible. La búsqueda de uno mismo es inherente lo que nos hace ineludiblemente humanos.
Y como en la numerología, donde al final, en una suerte de designio, al espectador le aguarda un número bajo su butaca, como el ocho, emblema del éxito y la prosperidad venideros cuando se confía en el potencial propio, el viaje de Alma encarna ese mensaje de creer en nosotros mismos incluso si el porvenir se torna brumoso. Su historia nos recuerda que, al igual que el simbolismo del número 8, la clave radica en mirar dentro y tomar las riendas de la vida para hallar nuestro sentido en el mundo.




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