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Por Alfredo Millan

@millanfoto

El ritmo cambia a causa de un virus irruptivo que obliga a generar una nueva relación, es la idea obligada sin sentido de un tiempo atomizado «cuerpo-espacio» que genera una confrontación personal e íntima, que sopesa la creatividad ante su universo contenido.

–Una pieza entrelazada de sentimiento y no de la razón–

La pausa a través de un léxico sugestivo con palabras claves: fragmentación, sueño, luz, oscuridad, sacrificio, piedad, inocencia […]. Una pieza de un corte simple con una estructura clara de signos totalmente legibles, está dentro del terreno de lo enigmático -como lo es el tiempo- que se bifurca en lo contemplativo; la observación del cuerpo donde ocurre toda la acción para dejar sus huellas, mostrar sus paisajes, memorias, cicatrices, heridas […]; es la provocación para la creación de cuatro partituras de una vista corporal, visual, escultórico y de una belleza que abruma.

Un viaje que plantea la redención de manera puntual; una pieza que esboza en la estación del “Duelo” que permite traer a la memoria las pérdidas, entra en el terreno de lo simbólico para curar las heridas, ritualiza la partida de nuestros ancestros y el modo en que se ha vivido como un primer canto, posteriormente -dentro de la estructura- la pieza sugiere entrar en otras emociones como lo es la “Ira”, pensar en la corporalidad, cómo le afecta [ó] si puede expresar a través de lo cinético; se vuelve cuerpo y tiempo como una vía de curación.

El cuerpo danza con la estación de la “Oración” y nos sumerge en la introspección de la forma en que se reza -es la posibilidad de encarnar- la relación directa con la naturaleza para sanar. El dolor aligerado a través de las caminatas tardías, en el silencio que provoca la soledad como parte de estos cantos que son los afectos por los que se transita en la resonancia o sentimiento con el tiempo, es la relación entre un «Yo» con el «Otro» que está más allá de lo comprensible.

Alcanza así el último canto que es llamado “Salvación” del fin al origen -de un ¿dónde?- Si no hay esperanza no hay redención. La forma nihilista para recuperar la bondad en ese cruce con la inocencia en una constancia del yo e identidad: piedad para con los otros. Son las cuatro estaciones, los cuatro afectos que conforman la pieza de una manera profunda, honesta y simple que ha tomado a su autora -Lola Lince- desde los huesos.

El estado de la contemplación y su significado, la capacidad del juego, del asombro ante la magnificencia de nuestro planeta que obliga hacer una pausa, volver a la conciencia, lograr la unidad dialogal con todo lo que nos rodea -potencialmente- con el cuerpo encontrar los impulsos primarios del juego, en el gozo a lo simple para ser absorbidos por los paisajes que exigen distancia, una extraña paradoja, para recobrar el tiempo valioso que la contemporaneidad ha robado en aras del rendimiento y de la producción. El arte como una vía de redención.

El mal es más rápido y voraz que el bien -una razón para luchar- no morir en el intento… habrá que retomar a la poesía, arroparse en la naturaleza [aunque sea cruel por un lado, pero sanadora en su otra cara] recuperar la esperanza, está ahí y no se puede destruir, se debe integrar a la dinámica su parte de bien. ¿Salvación? Se lastima a la tierra, el humano insiste en colocarse en situación de peligro, corrompe todo a su paso por estas convivencias materialistas y sus modos de producción; es analizar otra forma al concepto desgastado de “progreso”, replantear en esta dinámica destructora la relación con nuestro planeta y con las especies que lo habitan. Una pandemia que devela la vulnerabilidad y la desconfianza del ser humano a través de los procesos depredadores que lo puede llevar a una debacle apocalíptica […]. Somos parte de una unidad y el entorno es nuestro hogar, que no se cometa tanta estupidez en ese consumo desaforado con costos irreparables de esta sobre explotación de los recursos naturales.

Lola Lince es una artista, en toda la extensión de la palabra, de gran sensibilidad y capacidad histriónica; deposita la esperanza, la fe en el arte en-su-arte para presentar una maravillosa narrativa llamada “El Sentimiento del Tiempo”.

“Quiero hacerles sentir el tiempo como una sustancia elástica que se puede estirar y en la cual te puedes demorar, para generar un estado de contemplación. Llevarlos al terreno de la experiencia corporal de otro tiempo que no tiene nada que ver con el tiempo atomizado del reloj como un tiempo como duración. Sumergirlos en la experiencia del cuerpo mismo como tiempo y escenario fastuoso de la experiencia humana. El aporte estético de la pieza radica en su sobriedad minimalista, sin hacer uso mayor de artilugios teatrales; los compañeros de viaje son una silla, una mesa y unas flores como símbolo de la belleza perdida y vehículos de salvación”.

Los pasajes que conforman el “El Sentimiento del Tiempo” son: Grief (Duelo), Anger (Ira), Pray (Oración) y Redemption (Salvación).

Autora: Lola Lince. Colaboración: Mauricio Ascencio.  

Imágenes y texto: Alfredo Millan | MF millanfoto © 2021. 

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